El país, en espera

En los últimos ya largos meses, tres sucesos han acaparado prácticamente la atención total de los medios de prensa sea escrita, oral o televisiva: la terrible desaparición de un niño de 5 años, aún no esclarecida, posteriormente las vergonzosas elecciones seudodemocráticas de Venezuela, con el escamoteo del triunfo del candidato opositor, y la reacción más rigurosa del régimen encabezado por el dictador Maduro, y en la actualidad, la tragicomedia protagonizada por el último expresidente argentino, que ocupa casi con exclusividad los análisis periodísticos, con perspectivas de seguir en esa intensidad por bastante tiempo.

Atención un tanto excluyente frente a la necesidad de enfocarse en la situación del país, que transita un duro derrotero, aunque esperanzador  para muchos, hacia la posibilidad de emerger de décadas de oprobio populista.

Éste es el  contexto donde, a partir de una investigación respecto a manipulación de los seguros en el ámbito oficial, estalló el escándalo de la vida privada del último expresidente, exhibiendo situaciones de violencia familiar, como una nueva muestra de una sociedad que ha mantenido en el poder (con muy breves excepciones) a regímenes popukirchneristas durante largas décadas y que condujeron a más del 50% de pobreza, niveles de indigencia exorbitantes, inflación récord, y fundamentalmente, hacia una destrucción de las bases sociales, institucionales y de convivencia democrática.

Por supuesto, que el escándalo familiar del expresidente no solo lo desterró definitivamente del escenario político,  incluso llevándolo a una posible consecuencia penal, sino que el movimiento que lo entronizó vive sus horas más oscuras, al menos desde hace más de cuarenta años.

Situación semejante al recordable (para muchos que peinan canas) “cajón de Herminio [Iglesias]”, en referencia al acto de cierre de la campaña presidencial de 1983 en la que un aspirante a gobernador bonaerense quemó un ataúd con la sigla UCR y la leyenda “Alfonsín QEPD”.

Ante esa realidad, la líder del movimiento y exvicepresidenta, saliendo de sus acostumbrados silencios ante situaciones que la comprometen, una vez más se victimizó, en una nueva manifestación de su conocida autorreferencialidad, mencionando sin necesidad alguna a gobiernos opositores.

A su vez, el actual gobernador bonaerense (responsable de un endeudamiento al país de varias decenas de miles de millones de dólares, tanto por sus acciones calamitosas como por sus omisiones), en su actual intento de posicionarse como cabeza de un descompuesto kirchnerismo, y en  una cabal muestra de  su más que inoportuna disociación con la realidad, se exhibió acompañado por el intendente de La Matanza, ¡procesado en la actualidad por abuso sexual!

En este contexto, el oficialismo estimulado por la prolongación del crédito social que le dio el estado lamentable de la dirigencia política opositora, y la aún vigente esperanza de un futuro distinto por parte de quienes lo votaron y aún siguen confiando, enfrenta un triple frente de amenazas:

  • Sus propias falencias al continuar con una persistente confrontación con sus críticos, con gobiernos extranjeros y con el innecesario hostigamiento a periodistas, que alimentan las dudas de solidaridad de aquellos que aún no han decidido su adhesión al actual gobierno.
  • La morosidad para explicitar los planes, más allá de las variables financieras, que alimenten con consistencia, las esperanzas.
  • La eterna capacidad de resurgimiento del populismo, a pesar de sus calamidades, hoy en crisis.

Pobre descripción, lamentablemente, de  la realidad nacional.

¡Suerte Señor Presidente!