Hace no muchos meses, en estas mismas columnas señalábamos con preocupación: 

 “… en este proceso de autodemolición, y también de disolucion institucional que se ha adueñado del país, el sesgo crecientemente radicalizado hacia la izquierda, impulsado por la vicepresidente en ejercicio, y por sus acólitos encaramados en las principales posiciones del elenco gobernante…el país está perdiendo una oportunidad única. La persistencia del conflicto europeo presagia que los problemas de abastecimiento global de algunos alimentos y de energía continuarán por bastante tiempo…”.

Paradójicamente, estas tendencias globales podrían haber representado una gran oportunidad para la Argentina dados los yacimientos de Vaca Muerta, las enormes reservas de litio y otros minerales, y la posibilidad de elevar la producción de granos a 200 millones de toneladas en pocos años.

No obstante, para poder convertir ese potencial en realidad era imprescindible instalar las condiciones económicas e institucionales, en lugar de estar enfrentados con el  mundo occidental y democrático en el contexto exterior, ni con el empresariado privado a nivel local.… La tremenda arremetida contra la propiedad y la empresa privada, no sólo de los grupos más radicalizados, sino de los distintos sectores que conforman el conglomerado kirchnerista, comenzando por las actitudes agresivas de la propia vicepresidente, la ofensiva contra la Justicia, la defensa pública de gobiernos no democráticos, inclusive en los foros internacionales, y la errática política exterior, constituyen preocupantes muestras de un sesgo ideológico cada vez màs sombrío….” (Diario Perfil. 18-6-22)

En este contexto, se han producido hechos, algunos de los cuales marcarán un hito en la historia contemporánea del país:

-El alegato de los fiscales en el denominado proceso Vialidad, hecho que sin lugar a dudas habrá de modificar, sin poder aun conjeturarse su dirección, el curso de los acontecimientos políticos futuros del país, parangonable en su orden con el insigne alegato del fiscal Strassera en el juicio a las Juntas Militares de los 80;

-La dimensión de la pena solicitada en dicho proceso, contra una expresidente y a su vez vicepresidente de ejercicio;

-La actitud indignante e inadmisible del Poder Ejecutivo Nacional, casi en pleno, contra el alegato de los fiscales, marcando una intromisión en otro de los poderes constitucionales de la república;

-Proclamas en el mismo sentido, de legisladores, universidades, entidades sindicales, entre otros;  

-La actitud desafiante de la vicepresidente en todo este proceso;

-La creciente aparición de las turbas en la calle, intentando exhibir la razón de la fuerza, la violencia y la prepotencia, sobre las instituciones.

Una trama gigantesca de corrupción

A pesar de estas manifestaciones de intolerancia, lo concreto es que se ha revelado una trama gigantesca de corrupción, en el mismo orden del Manipulite itálico o el Lavajato brasileño, que modificará el curso del devenir político judicial en el país.

En su momento le podrá caber a la historia verificar su real significado y trascendencia, no obstante lo cual, los hechos históricos ya tuvieron lugar, inevitablemente.

En este marco, y en consonancia con lo advertido en los párrafos iniciales, se están observando peligrosamente y con mayor vigor, expresiones de todo tipo, atentatorias contra las instituciones, el Estado de Derecho y el respeto a quienes no comulgan con el ideario actualmente oficialista, que evocan aquellos procesos de otras naciones, azotadas por regímenes autocràticos.

Es de desear que la mayoría democrática y respetuosa de la institucionalidad, mantenga la serenidad frente al atropello, y que los gobernantes tomen real conciencia del peligroso camino que se ha emprendido en la Argentina, cumpliendo y haciendo cumplir los preceptos constitucionales que aseguren la pacìfica vigencia de una verdadera república.