Que le pasó a la Argentina? Como pudo haber caído tan bajo?

Las respuestas no deberían ser atribuidas a la magnitud del desastre causado por la pandemia. El universo entero la ha sufrido y la padece, pero el disloque social, económico e institucional, es difícil de parangonar con el resto del mundo.

La sintomatología es múltiple pero muestra algunas causales prioritarias: ineficiencia gubernamental y deterioro institucional.

 

Crece la inseguridad, usurpaciones, arrebatos de todo tipo, un policía alevosamente acuchillado a plena luz del día, incidente que trajo nuevamente a la luz la suspendida aplicación de las pistolas Taser, inmovilizadoras no letales de los atacantes, que de haber sido utilizadas, hubieran evitado su muerte y la de su agresor.

A su vez, a pocas horas de vencer en una oportunidad el plazo para el desalojo dispuesto en la ocupación de tierras en  Guernica, un juez, en contra de lo opinado por el fiscal, suspendió la medida sin fecha!!!

Declaraciones oficiales tales como las del jefe de gabinete constituyeron casi un incentivo a la usurpación impune de propiedades privadas: “No avalo la toma de tierras, pero el derecho penal no arregla un problema social acuciante al que hay que darle respuesta, con la urbanización de tierras fiscales y la construcción de viviendas para esa gente”…”La respuesta no es sacarlos a palazos con un juez y un policía. Es un acto desesperado ante una sociedad que no está dando respuestas” (La Nación 9-10-20), o las declaraciones del  Ministro de Seguridad provincial, afirmando que carecía de elementos materiales para ejecutar un desalojo que eventualmente dictara la justicia.

El parlamento trabajando a medida de la vicepresidente, justicia en remoto y a cuenta gotas, los niños perdiendo el año entero sin asistir a clases, sin interactuar con docentes y compañeros.

Crecen los cuadros patológicos derivados del encierro por cuarentena, tanto a mayores, jóvenes, adolescentes y niños.

 

Todo está saliendo mal: en el aspecto sanitario el país se encuentra entre los más castigados del mundo, en lo institucional con el estado de derecho entre paréntesis, en materia de política exterior, con contradicciones flagrantes que nos llevan a enfrentarnos con países amigos y con los otros, y por supuesto que en lo económico.

 

Más de 40% promedio de pobreza en todo el país, 10.5% de indigencia, 20% de los argentinos con posibilidades de trabajar, entre los nuevos desempleados y los que ya ni buscan otra oportunidad. Casi cuatro millones de puestos de trabajo se perdieron en el sector privado, decenas de miles de cuentapropistas obligados a no trabajar por un cierre eterno no visto en todo el mundo –dispuesto quizás por la falta de rumbo, planes y eficiencia para dirigir el país-, la inversión bruta desplomada a un nivel más bajo que el de la crisis de 2002, constituyen   evidencias reveladoras  que la economía argentina necesitará inexorablemente  enorme inversión, (exclusivamente privada pues el Estado está asfixiado de recursos)  ya sea local y extranjera , para recuperarse,  crear empleos formales fuera del sector público, reducir la pobreza y aumentar las exportaciones .

Con leyes laborales anquilosadas, el Estado de Derecho entre paréntesis, un sistema previsional insustentable, sin plan ni rumbo económico ni política exterior, al igual que por las dificultades para definir estrategias de Estado a mediano y largo plazo en sectores clave, el país en lugar de atraer inversiones, las expulsa.

Como no podría ser de otra manera, en este marco la eterna resultante es la  crisis cambiaria. El dólar, símbolo claro del deseo de escape de los argentinos (no sólo de la moneda local, actualmente también del país)  ha estallado.

Dispuso el Gobierno algunos incentivos para recuperar reservas y que los productores agropecuarios vendan sus ahorros en granos a un precio 3% o 5% superior a los escasos pesos que reciben hoy por el dólar soja. Inútil gesto.

Las preguntas entonces no son  si habrá devaluación, sino cuándo (aunque en la práctica del mercado ya se produjo) y cual podría ser su real impacto. La respuesta es obvia: si se concretara en el actual contexto, sin  un cambio importante en la dirección de la economía y en la eficiencia de la gestión, seguirá el país en su actual plano inclinado.

 

Constituye una triste síntesis una frase viralizada en las redes sociales: “Entre la salud y la economía, el Gobierno eligió la reforma judicial”