La Argentina ofrece en estos días un espectáculo inusitado. En el contexto de una pandemia que está lejos de suavizar aún sus terribles efectos, de un déficit de vacunación que recién en los últimos días ofrece algunos visos de aceleración, en un clima de encierro récord, recién morigerado a mérito simplemente de las encuestas que vociferan que el país no aguanta más una casi eterna cuarentena total o parcial, ha reaparecido con virulencia el escenario preelectoral teñido de debates que a la ciudadanía común le estarían resonando como absolutamente ajenos.
Todo gira alrededor de posibles candidaturas, y se exhibe, a la inversa, un estruendoso silencio, la ausencia de ideas o propuestas para generar en los argentinos la esperanza respecto de que sus padeceres, ya sea en lo inmediato o en el mediano plazo, habrán de lograr algún atisbo de solución.
En este sentido resulta útil reflexionar sobre lo expresado en sendos reportajes (PERFIL, 29-3-20) (La Nación, 13-6-21) por el economista de origen argentino Manuel Trajtenberg, uno de los artífices de la economía del Estado de Israel, actualmente ubicada en los más altos niveles.
Manuel Trajtenberg: “Ahora, economía y democracia son temas que están cuestionándose”
Entre otros conceptos, el economista resaltaba cómo ese país, más pequeño en superficie que la provincia de Tucumán, castigado por un estado de guerra desde su creación, con climas desérticos en una parte importante de su territorio, originalmente con carencia de agua potable, refiriéndose a la inflación enorme que lo azotó y que en el año 1984 fue del 445% anual, desde hace varias décadas ostenta sostenidamente un índice inflacionario ubicado entre los menores del mundo (en los últimos seis años osciló entre 1% y -1% , es decir, deflación)
¿Cuál fue la clave del éxito?
Señalaba el doctor Trajtenberg: “Se creó en el Ministerio de Finanzas un sector de técnicos de primer nivel, con autonomía respecto al quehacer político, para que sean los defensores de la disciplina fiscal. Ellos controlan el presupuesto por sobre los ministros, al tiempo que permanentemente proponen reformas estructurales para afianzar la salud económica (…) La inflación es un síntoma de un problema estructural más serio que afecta a los parámetros más importantes de la vida económica, imposible de resolver sustentablemente sin las reformas económicas que se necesitan… Hay que entender que para salir adelante hay que pagar un precio en el corto plazo y hay que estar dispuesto a eso. No hay remedios de magos, y hacen falta funcionarios públicos, dedicados e insobornables, que velen por la disciplina fiscal”.
Respecto de la Argentina, su patria natal, agregaba: “No hay un rumbo económico bueno. El populismo fracasó, y hasta que no haya un gobierno que vaya a las elecciones diciendo la verdad de lo que hay que hacer, y no tratando de conquistar la simpatía popular con promesas falsas… hasta entonces, temo que sea muy difícil salir adelante”.
El Gobierno no tuvo ni tiene plan, salvo para mantener y acrecentar su poder y resolver sus problemas judiciales
Las breves líneas que anteceden encierran una faceta fundamental del drama nacional. Si los argentinos no se convencen de que sin sacrificios no hay salida, y dejan de ser seducidos por los cantos de sirena de la demagogia, inevitablemente las penurias continuarán creciendo.
El Gobierno no tuvo ni tiene plan, salvo para mantener y acrecentar su poder y resolver sus problemas judiciales.
Por tanto, solo le cabe a la oposición democrática y republicana unificada plantarse de cara a la sociedad a partir de verdades como las que explica el doctor Trajtenberg, aun a riesgo de perder un comicio. Proponiendo y explicando claramente las ineludibles, aunque dolorosas, reformas fundamentales: fiscal, laboral, previsional y del Estado, sus consecuencias y también el posible futuro de no llevarlas a cabo.
El otro horizonte será continuar el declive nacional. ¿Hasta cuándo? Venezuela aparece como un contraejemplo.