Resultaría casi  ocioso señalar que la pandemia del Covid19, está produciendo fenómenos sanitarios, sociales, económicos y políticos de enorme magnitud, algunos de ellos totalmente nuevos y otros, que estando larvados, en circunstancias críticas aparecen con toda su virulencia.

Una de las frases que impactaron en estos días es “que el remedio no sea peor que la enfermedad“, referida a las eventuales repercusiones económicas de la cuarentena. Las potenciales consecuencias de congelar el país, frenar por completo toda la actividad económica, pueden ser devastadoras no solo en términos económicos, sino también de paz social y aun de gobernabilidad.
En este sentido, la opción salud-economía supone, al menos, una mirada sesgada. Así como se ha conformado un comité de crisis sanitario, debería existir con urgencia, otro tanto, aún ausente,  en el área productiva, analizando todos los aspectos, y diseñando escenarios y proyectos de medidas alternativos, para proteger al conjunto de la sociedad, entre ellos, las fuentes generadoras de riqueza nacional.
Por ejemplo, frenar totalmente la actividad bancaria, no ha aparecido como la mejor alternativa, que determinó casi por definición, la virtual ruptura de la cadena de pagos. Quizás ese comité de crisis económico podría haber encontrado una mejor solución.
En otro orden, en el aspecto institucional ocupa un lugar importante la figura y la acción presidencial.
La imagen del Primer Mandatario anunciando las primeras medidas contra el virus,  flanqueado tanto por sus correligionarios como opositores,  inspiraron el  hálito esperanzador de estar asistiendo a un modo diferente de  hacer política y gobernar en consenso democrático,  de superación de la endémica grieta que aqueja al país, actitud que concitó el apoyo de vastos sectores, determinante sin dudas, del aumento marcado en los índices de aprobación de la gestión presidencial.

La imagen del Primer Mandatario anunciando las primeras medidas contra el virus, flanqueado tanto por sus correligionarios como opositores, inspiraron el hálito esperanzador de estar asistiendo a un modo diferente de hacer política

Empero, y lamentablemente, no ha tardado mucho en aparecer algún sesgo que induce a dudar de tal posibilidad, a mérito de una serie de sucesos que, quizás de inicio, no fueron tomados en su total significación.
Vaya como ejemplo, el comentario presidencial hace un par de semanas sobre  un hospital de Matanza, – abandonado en su tiempo por el kirchnerismo luego de varias inauguraciones simbólicas y  nunca puesto en operación-   atribuyendo el abandono al gobierno de Cambiemos.
A su vez, la poco feliz e innecesariamente agraviante referencia del Presidente a los empresarios “miserables”, colocándolos en su discurso, en la vereda opuesta al resto de los argentinos.
Inmediatamente de esa agresión presidencial, surgieron como si fuera concertadamente, voces de los sectores kirchneristas, multiplicando esa postura. Los empresarios ya eran los enemigos.
Casi en simultáneo,  el elogio enfático del Presidente hacia el sindicalista Hugo Moyano calificándolo como un “dirigente ejemplar” (cuya imagen en la sociedad dista de tal calificativo), y en simultáneo lanzando nuevas diatribas al sector empresarial.

Legisladores de Juntos por el Cambio repudiaron los elogios de Alberto Fernández a Hugo Moyano

No resulta una muestra menor, el decreto prohibiendo los despidos, relativizando  la dificultad de exigir a un empresario, pequeño o grande, que mantenga una estructura de gasto salarial si carece de ingresos y la actividad de su empresa se encuentra prácticamente inmovilizada.
Algunos periodistas, encendieron una alarma ante otro peligro latente: la “malvinización” de la lucha contra la pandemia. Esto es, la edificación de una épica nacional en torno a un enemigo común. Construir el “ellos o nosotros”.
Actitudes, dichos y disposiciones que avalan el temor a una reaparición de la quizás nunca ausente grieta, en un momento donde la unidad nacional  debería tornarse imprescindible.
Entre otras cosas para fortalecer nuestra incipiente democracia, y alejarla de los peligros de tentaciones hegemónicas que la desdibujen.