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Read MoreEl país, una vez más, enfrenta una difícil situación.
Luego de años de agobiantes gobiernos populistas que lo condenaron a un descenso inimaginable para el resto del mundo, la última elección presidencial llevó a una parte importante de la población a abrigar la esperanza de que un futuro mejor es posible.
Así acompañó, y aun lo sigue haciendo, la marcha del nuevo gobierno, con un apoyo expresado en las encuestas de opinión, sorprendente, a pesar de las dificultades que las transformaciones del proceso iniciado implicarán para una parte muy importante de la población.
Luego de interminables meses en que el Congreso, mayoritariamente opositor, no le brindó el apoyo para los instrumentos legislativos necesarios para su accionar, llegó a la conmemoración del Día de la Independencia exhibiendo logros de real importancia: la baja de la inflación, la casi milagrosa superación del comportamiento fiscal, así como también la sanción de dos leyes importantes: ley Bases y paquete fiscal.
En la noche tucumana logró convocar a 18 gobernadores, todos ajenos a su partido, para suscribir el denominado Pacto de Mayo, más movidos quizá por la preocupación ante la posible impugnación de sus votantes, quienes según las encuestas mantienen la esperanza de un cambio en casi todo el territorio nacional.
A la vez que dejando aislados a recalcitrantes gobernadores opositores, cuya sola exhibición del escuálido número (sólo cinco) evidencia su carácter netamente minoritario.
No obstante, y a pesar de estas circunstancias, acecha a este proceso transformador un doble frente de amenazas: por un lado, la eterna voracidad de poder del régimen anterior, que llevó en el pasado a una cercana destrucción al país, no solo en lo económico sino en lo político, social e institucional, y en el presente a una actitud obstructiva permanente.
El otro frente lo constituye el carácter confrontativo del Presidente, que lo hace embestir, no solo contra los declarados enemigos y rivales, sino también contra aquellos que, a pesar de apoyarlo en los hechos, expresan algunas críticas o discrepancias respecto al accionar gubernamental, lo mismo que contra periodistas y, más grave aún, la reciente escalada de agravios hacia los primeros mandatarios de España y Brasil, entre otros, que podría deteriorar la relación bilateral, con enormes perjuicios para el país, por los profundos intereses comerciales y estratégicos que se comparten con ambas naciones.
Actitud que llevó al presidente argentino a asistir a una actividad partidaria en Brasil, ausentándose de una muy importante reunión de los líderes del Mercosur en Asunción, deserción que provocó no ya la reacción de quienes no comulgan con su línea ideológica, caso Brasil y Bolivia, sino que despertó la de los mandatarios muy afines de países como Uruguay y Paraguay.
Por su parte, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) expresó su preocupación por los reiterados ataques verbales del Presidente hacia periodistas y medios de comunicación que expresan puntos de vista críticos a las políticas oficiales.
Frente a este panorama cabe una reflexión más profunda: a aquella masa de argentinos que optaron por la posibilidad de un cambio, impensable hace décadas, para dejar atrás regímenes populistas que empujaron al país hacia un constante deterioro, le importa tanto como al propio gobierno que estas actitudes autoagresivas posibiliten el retorno al mismo pasado del que intentaron emerger.
Es de desear que esta oportunidad no se frustre, por cuanto, de ocurrir, el destino del país estará lamentablemente condenado por los próximos largos tiempos.
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