A un año de gestión del actual gobierno, el escenario nacional exhibe resultados que distan de ser satisfactorios en lo económico, así como un manejo sanitario discutible y un panorama político muy complicado.

– El PBI va a caer entre 11 y 12%, una de las contracciones más fuertes de todo el mundo. 

 La inflación anual estimada se ubicará alrededor del  36/37%, aun cuando los analistas prevén para el año 2021 un índice no inferior al 50%.

– Las reservas internacionales netas muestran guarismos negativos, la tasa de desempleo subió de 8,9% en el cuarto trimestre de 2019 a 13,1% en el segundo trimestre de 2020, la pobreza castiga al 44,2% de la población y más del 60 % de los niños están en esa situación.

A su vez, se ha profundizado un ataque ostensible contra la actividad privada (único factor de esperanza para una posible reversión de los calamitosos índices recesivos), mientras que el Gobierno no ha exhibido vocación alguna para reducir los gastos públicos ni su  hipertrofiada
dimensión.

En este contexto, a nivel oficial se siguen planteando de cara a la sociedad debates que, lejos de intentar encaminar al país hacia un sendero de salida de su actual problemática, lo aleja sistemáticamente del mismo, a la vez que profundiza una grieta que en lugar de irse cerrando tiende a eternizarse.

El reciente tratamiento legislativo del proyecto de despenalización del aborto –absolutamente necesario en su esencia– se corresponde con un tema profundamente sensible, que dado a que responde a convicciones morales, religiosas y de salud social hondamente enraizadas en la población puede que no haya sido el mejor momento para su tratamiento. O quizás pudo haberse  instalado por el Gobierno, para diluir o enmascarar la ausencia de otras grandes y más urgentes cuestiones, como por ejemplo un debate sobre una educación sexual integral en las escuelas que prevenga a las jóvenes de las consecuencias de embarazos no deseados.

El embate contra la Justicia, presente desde los más diversos sectores del Gobierno y del oficialismo partidario para discutir el número de miembros de la Corte Suprema, o cambiar la ley de designación del procurador fiscal, exhibe esa gran ausencia que constituye remediar la insoportable lentitud en los procesos judiciales, su falta de infraestructura y el amañamiento en la designación de los magistrados.

La publicidad del Gobierno enfatizando la multiplicidad de planes sociales se contrapone con la insostenibilidad de un ejército de cientos de miles de personas en condiciones de trabajar, muchos de ellos aprovechados por intereses políticos y punteriles, que a su vez participan como si fuera un trabajo cotidiano en las permanentes manifestaciones (ante la total inacción oficial) en todos los ámbitos del país, cerrando puentes, calles y rutas, impidiendo la libre circulación de aquellos argentinos que trabajan honestamente o deteniendo la circulación del transporte de carga de la Argentina que aún produce.

Frente a esta realidad constituye una ausencia rutilante el tratamiento de las imprescindibles reformas laboral y jubilatoria, que hagan sustentable el régimen previsional y faciliten el incentivo a crear empleo genuino a las empresas privadas, en lugar de dictar leyes en sentido contrario (ley del teletrabajo, por ejemplo).

En esta maratónica cuarentena queda acallado como fenómeno casi único en el mundo que buena parte de la economía privada haya quedado destruida –sin evidencias de plan alguno para su recuperación– y que la educación, los tribunales y las oficinas públicas del país continúen cerrados durante prácticamente todo el año.

Frente a todas esas ausencias, en los últimos días, en cambio, comenzó a plantearse la posibilidad de cancelar las PASO, las elecciones primarias, abiertas y obligatorias, eludiendo discutir al mismo tiempo una imprescindible alternativa para el sistema electoral como son la boleta única y/o el voto electrónico, ambos probados en el mundo entero.

Situación crítica económico-social, prescindibles debates en muchos casos oportunistas y los grandes temas nacionales ausentes, constituyen una dramática muestra de una realidad nacional distante de una expectativa esperanzadora.