Las últimas semanas, una de ellas cruzada por la denominada Semana Santa en la Argentina (o de turismo en el Uruguay)  no han sido precisamente beatíficas para la Argentina, y mucho menos para el Gobierno.

Una vez más, en el marco de una economía profundamente debilitada e inestable, en medio de crecientes signos de malestar social y activismo tendiente a complicar aún más el panorama electoral, con paros, piquetes, movilizaciones por doquier y una absurda huelga general desarrollada el pasado martes 30, con muy dispar acatamiento, el dólar, ese inconmovible resguardo y refugio apenas se presentan remezones serios en la economía, ha producido una nueva disparada. Estampida que por supuesto, impacta en la inflación, hasta ahora casi ingobernable, y que obligó al Gobierno a pagar tasas de interés estratosféricas, para desalentar la búsqueda del refugio verde, y también a la actividad económica, quitando cualquier incentivo a algún proyecto inversor.

Albert Einstein sostenía que “es estúpido hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes”. (1)

La evidencia empírica argentina, con algunas pocas excepciones, es un excelente laboratorio para probar la validez de la afirmación de Einstein. Si las políticas económicas que se adoptan son las mismas de siempre, no hay razones para pensar que los resultados puedan ser distintos de los que se obtuvieron en el pasado.

El empecinamiento es visible tanto del lado de los ingredientes que están presentes como de los que lucen por su ausencia. Sin lugar a dudas, lo que ha estado claramente ausente ha sido un programa integral, que permita modelar expectativas y monitorear los avances de un gobierno en el logro de sus objetivos.

De cualquier modo, no es esperable  que un plan integral de cambio de régimen económico pueda darse antes de las elecciones, e incluso es difícil que lo sea  después de las elecciones. Sobre todo, considerando que un componente esencial de ese programa son las denominadas reformas estructurales.

No existe ni la más remota posibilidad de que con la actual composición del  Congreso de la Nación, en estas circunstancias,  se pueda llevar adelante una agenda de cambio estructural. La razón:  una parte significativa del espectro político argentino rechaza las transformaciones de fondo imprescindibles,  ya sea por razones ideológicas o de oportunismo político. Y tal como se espera, el próximo Congreso post elecciones, tendría similares características que el presente.

Las medidas económicas recientes, acuerdos de precios, congelamientos tarifarios  y subsidios, han puesto de manifiesto más que nunca la vigencia de una reiterada trampa.  Para ganar elecciones hay que hacer lo que se había dicho que no se debía ni se iba a hacer. Y todo el esfuerzo ciudadano y el costo político que se pagó en años anteriores, para normalizar la situación tarifaria y racionalizar los precios relativos y las cuentas públicas se están dilapidando  frente a un escenario electoral adverso.

La Argentina ya ha dado algunos pasos atrás y queda flotando la pregunta de si podrá y, en tal caso, cuándo,  retomar el sendero del cambio hacia la normalidad. Haría falta una gran capacidad de construcción para viabilizar las políticas de transformación que requieren trámite legislativo. Y esto no es muy probable.

Por cierto que  todo lo que no se haga proactivamente se tendrá que hacer luego reactivamente. Los problemas macro y los desequilibrios estructurales reaparecen siempre,  tarde o temprano, y cuanto más tarde, más graves. En consecuencia, la incertidumbre preelectoral se agrega a  la incertidumbre postelectoral.

Dos hechos inéditos y contrapuestos se presentan en estas próximas elecciones, y el presidente  Macri será su protagonista. Si gana, será el primer presidente en lograr la reelección a pesar de la adversidad económica. Si pierde, será el primer presidente en ser derrotado en el intento de conseguir la renovación consecutiva de su mandato.

En este escenario….

La inflación de marzo fue inesperadamente alta; el dólar constantemente  hacia arriba, y el riesgo país alcanzando  un nivel que, desde el punto de vista técnico, resulta  difícil de justificar, dado que  los pagos de los próximos dos años, por lo menos, están garantizados por el Fondo Monetario.

Quizás habría que encontrar la razón del tembladeral más en las sensaciones de los mercados, en el pánico de los compradores compulsivos de dólares o en el activismo político de los hombres de negocios o en la intencionalidad política de generar pánico.

No resulta ajeno a la historia no muy lejana de la Argentina, que los últimos gobiernos no peronistas sufrieron las operaciones opositoras para sembrar la desconfianza y los temores en los mercados internacionales, y que los llevaron a su retirada anticipada del poder. No resulta ajena a esa presunción, el tema de la inundación en medios tradicionales y en el activismo de las redes sociales, de la noticia del  aumento del riesgo país,  (actualmente en descenso) que llegó a orillar los 1000 puntos en los pasados días.  Y resulta sugestiva esa casi histeria comunicacional, cuando en presidencias no demasiado lejanas, ese mismo riesgo país tenía los siguientes máximos: Eduardo Duhalde 7720 puntos; Nestor Kirchner 6769 puntos; Cristina Fernández de Kirchner 1965 puntos,  etc.

Por otra parte, el panorama para el actual gobierno se complica aún más cuando, voluntaria o involuntariamente, recibe el “fuego” de sus propios aparentes apoyos. Tal el caso de las versiones que trascendieron en el sentido que sectores empresarios, aparentemente aliados, verían con agrado que la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, reemplazara a Macri en la candidatura presidencial. No es de suponer que estos sectores quieran el retorno de un régimen (el K) que permanentemente los estigmatizó y llenó de intervencionismo la economía, pero contribuyen a ese regreso cuando dejan trascender ese comentario.

En los hechos ese hipotético (y absolutamente improbable)   reemplazo de Macri por Vidal mostraría al partido de gobierno como una alianza perdedora.

Una paradoja: hasta ahora el Gobierno preferiría a  Cristina como rival, pero …

Los operadores políticos del Gobierno siempre apostaron a llegar a un ballottage frente a Cristina. Pero lo que parecía una estrategia funcional al logro de la reelección de Macri terminó generando, ante la posibilidad de un retorno de la expresidente, un clima convulsionado, que sacude al Gobierno, en el  que el dólar ascendió  un 9%en una sola semana, tasas de interés superiores al 70%  y el riesgo país orillando los 1000 puntos.

Otra contradicción: resulta curioso, a la vez que desalentador para el Gobierno, que el pánico cambiario y financiero se produzca al mismo tiempo que los datos fiscales del primer trimestre que se acaban de conocer exhiben avances en el proceso de consolidación de las cuentas públicas.

El déficit de cuenta corriente (la diferencia entre los dólares que se gastan y los que genuinamente entran al país) se redujo a casi un 20 por ciento de lo que era.

El déficit fiscal primario llegará a cero, o cerca de cero, este año. Era del 5,4% cuando Cristina dejó el poder.

Una cuestión virtualmente resuelta es la del fuerte atraso en las tarifas de los servicios públicos que también dejó Cristina. El trabajo más importante sobre el conflicto de servicios públicos casi gratuitos, pero subsidiados por el Estado, ya se ha hecho. Esos son los problemas macroeconómicos más sustanciales que existían. Faltaría la reforma previsional, para hacer más previsibles y razonables los gastos del Estado, y las reformas laboral e impositiva, para mejorar las condiciones de la economía en general, de los trabajadores actuales y de los que querrán trabajar en el futuro.

En consecuencia, la Argentina debería estar mucho mejor  en el próximo período presidencial, sea quien fuere el presidente. La herencia macroeconómica más pesada del kirchnerismo se está saldando.

El problema es que no motivan esos números, sino las expectativas. Y estas afectan tanto a grandes inversores como al ciudadano de a pie.

Sin embargo, un  reciente estudio cualitativo, mostró que los logros del Gobierno no llegan a ser apreciados . (2)

Sólo un 10% de los consultados mencionó la obra pública y un 9% la transparencia y la lucha contra la corrupción. El resto de los ítems tuvieron valores irrelevantes. Pero lo más grave fue que el 43% respondió “nada”. Al momento de evaluar la gestión de Macri, el 72% dijo que fue “peor” de lo esperado; el 19%, “igual”, y solo el 7%, “mejor”.

Para peor, el considerado “núcleo duro” del oficialismo, los  incondicionales que están dispuestos a seguir votando al Presidente, bajó del 25% al 18%.

Esto muestra el cambio de paradigma que rigió la discusión electoral en 2015 y en 2017, cuando básicamente se plebiscitó la administración kirchnerista. Lo que se votó entonces fue la continuidad o el regreso a un modelo que ya había sufrido un fuerte proceso de desgaste. En las próximas elecciones , el debate pasará  a ser la gestión de Cambiemos. Por eso el discurso anti-M eclipsó al anti-K.

No obstante, como una muestra de lo paradojal del escenario argentino, aun en la actualidad, en el peor momento del oficialismo, según encuestas recientes, un 45% cree que Macri seguirá siendo presidente en diciembre, contra un 30% que imagina ganadora a Cristina. Este dato podría indicar que puede haber votantes que puestos a elegir  opten por un nuevo voto de confianza al Gobierno ( o por  el mal menor).

Y en la economía……(3)

El brusco movimiento del dólar en las últimas semanas, la persistencia de altos niveles de inflación y la incertidumbre política para las elecciones presidenciales fueron factores que condujeron a un cambio de estrategia. Tras siete meses de ‘flotación libre’, el Banco Central le dijo adiós a la ‘zona de no intervención’ y anunció, con el aval del FMI (Fondo Monetario Internacional), que intervendrá en el mercado para contener al dólar.

En este nuevo esquema, el Banco Central  saldrá a vender dólares independientemente del tipo de cambio, aunque el monto y la frecuencia de estas intervenciones “dependerán de la dinámica del mercado”, según el comunicado oficial.

El cambio de estrategia apunta a estabilizar el dólar, que al subir a ritmo alto como en las últimas semanas, genera incertidumbre financiera y económica, constituyendo un realimento de la inflación, que en abril, según estimaciones privadas, rondaría el 4%.

La confianza empresarial en la economía volvió a caer . (1)

El empresariado, un sector tradicionalmente aliado al Gobierno no pasa por su mejor momento.

La  mayoría, cree que la rentabilidad de sus empresas bajará, que el volumen de ventas se mantendrá igual o peor y que el número de empleados será menor que el de un año antes.

Según datos  de una tradicional  encuesta en el sector, correspondiente al primer trimestre de este año, consultados sobre las expectativas económicas del país para los próximos 12 meses, 39% de los consultados expresó que cree que la economía argentina seguirá igual, mientras que 35% dijo que estará peor y 26% consideró que mejorará.

Guarismos que  están  cerca de los valores más bajos que este estudio ha tenido en su historia. Pero aun así, resulta  algo alentador, que el 26% de los encuestados está esperando que el escenario económico mejore y que el 40% supone que se mantendrá igual, con lo cual, más de la mitad cree que el actual  es un piso a partir del cual solo queda crecer.

En este contexto, la Argentina está atravesando una vez más, momentos muy complicados. En la economía son muy importantes las expectativas. Y en la incertidumbre, si  no son positivas, hacen   que las decisiones de inversión, consumo o actividad tiendan a postergarse.

Lo que constituye un círculo que se retroalimenta. Y un futuro inquietante.

Referencias del diario LA NACION de Buenos Aires. (1) 28-4-19;(2) 21-4-19; (3) 29-4-19

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