En la vida económica de los pueblos junto a la indudable relevancia de las realidades objetivas, adquieren también fundamental importancia las expectativas, que inciden de manera muy significativa en esas mismas realidades.
El dicho popular que refiere a la alta probabilidad que reviste la circunstancia donde si una mayoría cree, por distintas razones, que algún evento se habría de producir, éste habrá de acontecer, se aplica con enorme vigor en el campo de la economía, en la cual sus remezones se encuentran claramente influidos, no sólo por la realidad concreta, sino fundamentalmente por la incertidumbre que potencia entre otras cosas, la fuga hacia el dólar.
En el actual clima que impregna la vida de los argentinos, a las dificultades propias del presente, complicado, se le suman las incertezas respecto del futuro.
En países con un respetable desarrollo institucional, en las vísperas de un acto electoral, las expectativas mayoritarias pueden oscilar en un rango, utilizando un lenguaje geométrico, de aproximadamente 50 grados, esto es que las propuestas electorales mayoritarias, oscilan desde un centro derecha moderado, hacia un centro izquierda suave.
Eso no ocurre en la Argentina donde el rol de las expectativas económicas se bifurcan cada vez que se aproxima una elección presidencial hasta desarrollar un ángulo, utilizando una vez más la geometría, cercano a los 180 grados. Si un candidato con chances de ganar propone (o a falta de propuestas el electorado asume el mensaje) ir hacia una dirección, su principal oponente promoverá la contraria.
Aún incipiente, la campaña electoral de 2019 repite este esquema de polarización, acentuado por la grieta política de los últimos años.
Para avizorar un horizonte de mediano plazo, no es lo mismo un triunfo de Mauricio Macri pese a sus magros resultados económicos, que de Cristina Kirchner con su historial de corrupción con participantes confesos y vaciamiento de recursos fiscales y productivos. Y la eventual candidatura de Roberto Lavagna -como alternativa intermedia para captar el voto de radicales, peronistas e independientes desencantados con uno y otra-, está aún en acelerado desarrollo pero sin una confirmación de su postulación hasta el momento. Mientras tanto, ninguno de los precandidatos tiene asegurado un triunfo en primera vuelta.
El politólogo Rosendo Fraga opina que, como una extraña paradoja, de los tres candidatos, Lavagna es el que tiene menos posibilidades de llegar a la segunda vuelta, pero, si lo consigue, puede ganar la elección por su posibilidad de contar, en caso de acceder al ballotage, con los votos mayoritarios del peronismo K. (1)
En medio de estas incógnitas y para no afectar aún más las expectativas económicas o el repunte del dólar, el FMI se apresuró a aclarar que continuará respaldando a la Argentina, y asi lo ha confirmado en los últimos días, sin importar los cambios políticos que puedan producirse en octubre. No obstante, quienes conocen la letra chica del segundo acuerdo con el FMI (que se extiende hasta 2021, aunque el grueso de los desembolsos será anticipado este año), advierten que sus metas incluyen un estricto monitoreo para prevenir desvíos o incumplimientos, así como controles cruzados para evitar “trampas” (gastos encubiertos, emisión monetaria o atraso cambiario) que en el pasado hicieron naufragar otros programas. Incluso el aumento de 46% en las asignaciones por hijo, dispuesto por el Poder Ejecutivo recientemente, está contemplado como cláusula de contención social.
En este marco, sea quien fuere el futuro presidente, el panorama económico para los tiempos venideros están impregnados de una dureza igual o aún mayor que lo que está sucediendo hasta el presente. Y la eventual futura necesidad de renegociar el acuerdo o ampliar la asistencia del FMI, no será un simple trámite para el presidente Macri ni para quien pueda eventualmente sucederlo a fin de 2019. En otras palabras, habría FMI para rato.
Un conocido consultor de la city afirmó que el actual programa con el Fondo es como un tratamiento de rehabilitación para que la economía vuelva a caminar tras las múltiples fracturas expuestas sufridas con la crisis de 2018, aunque sin margen para aplicar políticas expansivas. Y parafraseó a Carlos Menem al señalar que “estamos mal (por la contracción de la economía al 9% anualizado en tres trimestres) pero vamos bien” (por la baja del déficit fiscal, el ajuste del déficit externo y la mejora del balance del Banco Central), en el largo camino hacia un “país normal” agregando que la economía se podría recuperar lentamente antes de las elecciones, pero lejos de la performance de octubre de 2017.
Este pronóstico es convalidado por el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) difundido por el Banco Central, que si bien ubica en 32% la proyección de inflación y en -1,3% el PBI (producto bruto interno) para 2019, prevé un crecimiento de 2,5% para 2020 y 2021, con descenso del IPC (índice de precios al consumidor) a 20,3% y 15%, respectivamente. O sea, guarismos en sí mismo muy negativos pero con tendencia leve hacia la mejoría. (2)
Sin embargo, hay consenso entre los analistas que la grieta y la polarización no habrían de facilitar en 2020 acuerdos políticos básicos para ampliar el horizonte económico. En el actual estado del escenario político, en un país que carece en la práctica de moneda propia y por ende de sistema financiero, ningún presidente estará en condiciones de bajar significativamente la inflación, mantener un Estado financiable y promover un crecimiento sustentable. Para ello se requeriría promover las modificaciones legislativas y estructurales que saquen al país de su mediocridad, posibles únicamente a través de un consenso político, hasta el momento difícil de pronosticar.
En cuanto a la actualidad inmediata…
Aunque esperada, la suba de 3,8% en el índice de precios al consumidor de febrero fue una mala noticia que obligó al gobierno y al staffdel Fondo Monetario a replantear el manejo de algunos instrumentos previstos en el último acuerdo stand by, para adaptarlos a los comportamientos preventivos que se perfilan en este año de incertidumbre electoral.
La suba de 100% del dólar el año pasado no fue una “turbulencia”, sino un intenso shock cambiario-inflacionario, cuyos efectos aún se hacen sentir.
Y el tiempo se agota. El plazo para comenzar a mostrar una mejoría, aunque sea leve, se achica y eso disparó las alarmas. Después de otra semana con malas noticias económicas, en el gobierno nacional y en la vital provincia de Buenos Aires ( 40% del electorado) crece la certeza de que la economía será determinante.
La imagen del presidente Macri no detiene su caída, especialmente en el conurbano bonaerense, pese a algunos altibajos. Lo mismo ocurre con la gobernadora María Eugenia Vidal cuya reelección está en riesgo. Si bien , según las encuestas, mide 10 puntos más que el presidente, éste actúa como una pesada ancla. La gente que nunca votaría a Macri creció en las últimas semanas al ritmo de las malas noticias que arroja la economía. Y no está claro, para aquellos que aún desean la permanencia de Cambiemos en el poder, porqué no se han desdoblado las elecciones en la provincia de Buenos Aires, a los efectos de neutralizar la “contaminación” eventual que en una boleta conjunta, el nombre del presidente pudiera desalentar a aquellos que habrian deseado votar por la actual gobernadora.
Dos variables son las que se miran con obsesión en los despachos oficiales: el dólar y la inflación.
En cuanto al primero, con el último acuerdo del FMI el Gobierno anunció que venderá a partir de abril US$9600 millones en licitaciones diarias de US$60 millones provenientes de las colocaciones de deuda y los desembolsos del Fondo.
Por su parte, si los índices de inflación no ceden, cosa que aún no ha ocurrido, las chances del presidente Macri se reducen sensiblemente.
Visto desde el ángulo opuesto, si finalmente los pronósticos (o las esperanzas) oficiales se cumplen y la economía empezara a dar signos de recuperación, el Gobierno tendría el impulso que necesita para llegar a octubre en mejores condiciones y en este camino apostaría por la gestión. Inauguración de “cientos de obras” en todo el país y desde lo discursivo continuar con la instalación de dos ejes: seguridad y transparencia.
La mayoría de los análisis señalan que esta estrategia no bastaría, dada la preeminencia que asume lo económico en la vida de los argentinos.
Referencias del diario LA NACION de Buenos Aires: (1) 17-3-19; (2) 16-3-19.