La Argentina asiste al vigoroso inicio de una campaña electoral, sin propuestas visibles tanto sea del oficialismo como de la oposición, ante una sociedad angustiada por el encierro, la debacle económica y la falta de perspectiva de un futuro mejor.
Las expresiones presidenciales “Para mí lo más importante es cuidar la vida de los argentinos”, los spots publicitarios clamando “Argentina te cuida”, o con las expresiones alborozadas “Gracias Argentina” por parte de sus protagonistas, constituyen un penoso ejemplo de cinismo e impudicia, queriendo transformar mediáticamente una calamitosa gestión sanitaria -impregnada por un sesgo absurdamente ideológico-, en un relato venturoso.
Actitud ésta que, por la renuencia a recibir todas las vacunas con que se podría haber contado y la prácticamente inicial unilateralidad de la procedencia (Rusia y China), ya ha causado a la sociedad una cantidad no poco significativa de las muertes que azotaron al país.
Amen que tanto el oficialismo como, aún más lamentablemente la oposición, aparentan haber olvidado en este drama nacional, las injustificables demoras en la aplicación de vacunas -sin explicaciones-, las angustias de una gran parte de la población aún con una sola dosis, los vacunatorios en sedes partidarias omitiendo las sedes naturales para tal fin, o los escándalos de los inoculados vip. Circunstancias deleznables, desde un punto de vista político y jurídico, pero fundamentalmente moral.
Por su parte, la revelación de los encuentros sociales en la quinta de Olivos, los actos políticos numerosos, plenos de efusiones y sin precauciones -mientras la mayoría de los argentinos estaban confinados por la cuarentena más larga del mundo-, constituyen un abono adicional al clima de desencanto de la población, cercana ya a una situación de peligrosa indiferencia y escepticismo.
Tampoco ayudan por parte de la coalición opositora, las disputas personales, la renuencia a condenar con mucha mayor firmeza tales realidades lamentables, y aún ausente en su obligación de exhibir a la ciudadanía propuestas creíbles para un futuro sustentable.
El slogan publicitario del Gobierno “Estamos más cerca de la vida que queremos”, en un marco de deterioro histórico de la circunstancia nacional, donde todos los indicadores sanitarios, económicos y sociales muestran una situación angustiante, constituye también una muestra del cinismo oficial, cercana a la burla o a la subestimación de la ciudadanía.
Este estado de fantasía, alguien lo ha bautizado como “Argentina: Relato Disney” se choca con la cruda realidad cotidiana. Amén de los acuciantes índices de pobreza, indigencia, desempleo e inflación, más y más empresas están emprendiendo el camino de salida del país, con su secuela inevitable de abono a la desocupación.
No resulta ajeno a este éxodo, las lamentables iniciativas de creciente control estatal o también de estatización, la última de las cuales respecto a los servicios de Internet, auguran para los argentinos, en caso de concretarse, un panorama cercano a los padecimientos en el servicio similares a los que sufren los hermanos cubanos o venezolanos.
En este contexto, el Gobierno, incapaz de transformar la realidad, se limita a operar con sus instrumentos habituales: créditos baratos para comprar ropa y electrodomésticos, anuncios de rebaja de impuestos para la clase media, bonos a beneficiarios de subsidios y jubilaciones, precios congelados, etc. Todas medidas rápidamente devoradas por el recrudecimiento inflacionario.
Miguel Ángel Pichetto calificó de “imbécil” a la campaña de Juntos por el Cambio
Sin recursos genuinos, la infatigable máquina de imprimir billetes es la que posibilita en el cortísimo plazo ese estado ficcional, aun cuando al costo de una seguramente potenciada inflación y una debacle del tipo de cambio, previsión ésta también formulada por un ex funcionario del mismísimo riñón del oficialismo, ex viceministro de economía en la gestión de la actual vicepresidente, quien ratificó el pronóstico de manera categóricamente gráfica: “Vamos a usar billetes de 1000 pesos para empapelar paredes” (1).
En este caso, lamentablemente resulta muy difícil no coincidir con ese pronóstico.