A un año de gestión del actual gobierno, el escenario nacional exhibe resultados que distan de ser satisfactorios en lo económico, así como un manejo sanitario discutible y un panorama político muy complicado.

– El PBI va a caer entre 11 y 12%, una de las contracciones más fuertes de todo el mundo. 

 La inflación anual estimada se ubicará alrededor del  36/37%, aun cuando los analistas prevén para el año 2021 un índice no inferior al 50%.

– Las reservas internacionales netas muestran guarismos negativos, la tasa de desempleo subió de 8,9% en el cuarto trimestre de 2019 a 13,1% en el segundo trimestre de 2020, la pobreza castiga al 44,2% de la población y más del 60 % de los niños están en esa situación.

A su vez, se ha profundizado un ataque ostensible contra la actividad privada (único factor de esperanza para una posible reversión de los calamitosos índices recesivos), mientras que el Gobierno no ha exhibido vocación alguna para reducir los gastos públicos ni su  hipertrofiada
dimensión.

Qué nos deja el primer año del gobierno de Alberto Fernández

En lo político el hostigamiento de la Vicepresidente hacia el Presidente es ostensible e inmovilizante. El periodista Joaquín Morales Solá se preguntaba: “Alberto Fernández opta por suscribir en público todas las posiciones de Cristina, … ¿es necesario tanto? …¿La rendición incondicional y definitiva de Alberto Fernández es, acaso, la única alternativa que puede esperar la política? …. el temor no se justifica. ¿Qué podría hacer ella? ¿Vaciar el gabinete de sus ministros y funcionarios?… ¿Propiciaría ella el juicio político de Alberto Fernández en el Congreso? No podría ni empezarlo. … “.(1).

Hace ya largos siete meses, en estas mismas columnas, quien esto redacta adelantaba un similar razonamiento, que dada su actualidad resulta pertinente reiterar.

“Este es, sin lugar a dudas, el peor momento del Presidente desde que empezó la pandemia…”

Una serie de episodios lo obligaron a un zigzagueo dialéctico tratando de enmendar situaciones conflictivas, algunas producto de sus propios desaciertos…

El Presidente, así, se choca con un conflicto que expone el delicado equilibrio que le toca ejercitar para la administración de la coalición gobernante,.. El costo político que ha pagado
resulta elevado. La cuestión es: ¿por qué lo asume? ¿está de acuerdo con el discurso progrepopulista? y finalmente ¿cuál sería su alternativa? 

El año ‘horribilis’ de Alberto Fernández: coalición en crisis y el golpe del funeral de Maradona

Si la respuesta es afirmativa a los primeros interrogantes, ya no habría mucho que reflexionar, pues estaría en línea con la sucesión de hechos, tal como se viene desarrollando, esto es una creciente avanzada en la conocida filosofía K en sus diversos órdenes y toma de posiciones.

Empero, si su íntima convicción no concordara con ese curso de acontecimientos, y aún así llevara a cabo una gestión que lo conduce a ambigüedades y contradicciones, ¿cual serían las razones?

Es bien sabido, que su poder político está acotado: el kirchnerismo domina el Senado, y es mayoría en la Cámara de Diputados. A su vez, soldados de la vicepresidente pueblan las segundas y terceras líneas de las distintas áreas del Gobierno Nacional, organismos descentralizados, intendencias y gobernaciones.

“El Presidente obviamente sabe que de enfrentarse con su socia en el poder, la pelea puede ser muy desigual. Pero… él aún tiene “la lapicera”. En términos legales, está en condiciones de despoblar, al menos en el área del Gobierno Nacional, a los acólitos ultraK, colocando funcionarios sensatos y de su confianza personal.”

De hacerlo, es de suponer que se expondría a un abierto enfrentamiento, en el que puede ganar o salir derrotado (incluso ante la posibilidad de un juicio político que le genere su actual socia, dado su dominio del Parlamento).

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No obstante, aun perdidoso, podría lograr la adhesión personal de numerosos dirigentes peronistas no radicalizados, que hasta ahora no lo habrían votado por la compañía de la vicepresidente, más los votos de muchos no peronistas que verían en él una alternativa republicana y sustentable para sacar al país de su atolladero.

Quizás. De ser así, no todo estaría perdido. 

(1) La Nación 06.12.2020