Los días previos al acto eleccionario del 27 de octubre tiñeron a la realidad con un clima oscuro.
El desasosiego en el orden local, producto de la puja electoral, el clima de movilización social exacerbado, la estampida cambiaria y la consecuente inflación, junto con los rasgos más rigurosos de una persistente recesión, se vio potenciado por las numerosas opiniones sombrías que llegaban desde el exterior respecto a la crítica situación argentina.
Desde el exterior… Entre otras, en un duro pronóstico el Fondo Monetario Internacional señalaba (La Nación (14-10-19;1): “La Argentina se encamina a convertirse este año en el tercero entre los países con mayor inflación del mundo con una suba del costo de vida del 57,3%, el producto bruto interno (PBI) cayendo un 3,1% en el corriente año, el desempleo en el 10,6% con un retroceso de la economía que no se veía desde la crisis financiera global…
En particular, la Argentina, Irán, Turquía, Venezuela y países más pequeños afectados por conflictos, como Libia y Yemen, han experimentado o continúan experimentando dificultades macroeconómicas muy graves”.
Por su parte The Washington Post, en un casi apocalíptico artículo titulaba: “Argentina, en un terrible déjà vu de crisis pasadas, se precipita una vez más hacia el abismo económico. …Los peronistas… están listos para un regreso masivo… en medio de una mezcla tóxica: una coalición de una clase media desilusionada, los jóvenes de izquierda y los pobres cada vez más enojados, que afecta a América Latina y que genera los disturbios en los países cercanos: Ecuador, Chile y Bolivia.” (24-10-19)
En el ámbito local… La profunda recesión económica se muestra en toda su magnitud en los diferentes campos del quehacer nacional. La inflación potenciada, los datos récord de pobreza, la indomable suba del tipo de cambio, con su efecto contagio a toda la actividad, caracterizaron un momento electoral particularmente grave.
Un simple ejemplo: la compraventa de inmuebles en la Ciudad de Buenos Aires completó su decimosexto mes a la baja: cayó 19% interanual en septiembre pasado, según el habitual informe del Colegio de Escribanos. (25-10-19).
Luces en el fondo del túnel (¿o un profundo cambio?)
Como un resultado inesperado para muchos, las últimas elecciones dejaron una renovada configuración en términos de poder: una democracia que tendiendo a organizarse alrededor de dos fuerzas, coaliciones cada una de ellas, que tiene también su traducción en un equilibrio parlamentario, configura, al igual que en muchos países de fuerte institucionalidad, un esquema de poder político balanceado entre fuertes conglomerados a ambos lados del centro, desalentadores de intentos autoritarios y que deberían obligar a una permanente y madura negociación.
Esta quizás esperanzada luz provee el marco para emerger de la eterna y agotadora crisis nacional. Pero… es condición necesaria, pero no suficiente.
En tal sentido, vale recordar lo señalado hace no más de treinta días en estas mismas columnas (Perfil.com. 20-9-19. “Habrá alguna salida?) “… si bien no existe una única respuesta en la búsqueda de resolver la permanente crisis argentina, algunos rasgos básicos deben estar presentes en un programa económico consistente que debe contemplar entre otras cuestiones, nueva legislación laboral y previsional, déficit público, tarifas, impuestos, y fundamentalmente cuatro conceptos básicos, a ser cumplidos concurrentemente:
–independencia del Banco Central, no sujeto a las decisiones gubernamentales.
–Acuerdo político para convalidar el proceso.
–Consenso social (empresarios y trabajadores) que valide los elementos del programa, y los respete en el tiempo, y que consagre el irrestricto respeto al Estado de Derecho.
–Apertura al mundo como fórmula hacia la productividad y la competencia.”
¡Que así sea!