El impensado proceso de recambio de la primera ministra británica a los 44 dìas de haber asumido, en un país acostumbrado a estabilidad polìtica sostenida por años, podìa hacer suponer, erróneamente, que el disloque político que vive la Argentina, es un mal universalizado. Craso error. Los países con instituciones poseen los resguardos incluso para situaciones muy traumáticas. En el Reino Unido, civilizadamente ya asumió un nuevo premier y la vida sigue sin demasiado cambio para el ciudadano británico, al igual de lo que ocurre en otros países con cambios significativos en su conducción política, producto de la alternancia democrática.
No es tal el escenario de los argentinos. Fundamentalmente porque en los últimos años se ha agudizado una precipitada caída hacia la destrucción institucional.
El país se ha tornado un ámbito donde para muchos, el cumplimiento de la ley no resulta imperativo, en el que los violentos, la ley del màs fuerte, y la pasividad oficial, someten a los pacíficos ciudadanos de a pie, no sòlo a un clima de desaliento diario, sino y sobre todo, a una cada vez menor expectativa de mejora.
La inflación continùa sin freno, augurando potenciales aumentos en cascada, a mèrito de los ajustes salariales ya concretados en las negociaciones paritarias, los inevitables incrementos tarifarios y de servicios y la ausencia de medidas que le puedan poner coto.
A futuro, se vislumbran varias amenazas que agregan sombras a la transición económica, ya de por sì, muy difícil:
– la sequía cuyo impacto en las próximas cosechas es inevitable (la de trigo se estima caerá en un 32% este año), mientras que los rindes de los principales cuatro cultivos del país se estima que podrían caer un 25% en 2023. Cabe recordar que la última vez que el país experimentó una caída mayor al 20% fue en la cosecha 2017/2018, determinante importante del inicio de la crisis de aquel entonces;
– el mundo se encamina a una recesión, lo que afecta a los precios de los commodities, nuestra carta exportadora;
– el aumento de la inflación está llevando a los bancos centrales a implementar una fuerte suba de tasas de interés fortaleciendo, entre otras monedas, al dólar, que históricamente, redunda en precios de commodities bajos;
– el mercado de deuda local se avizora muy complicado, dado el cuantioso volumen a vencer en 2023 en un contexto poco favorable;
– el ajuste fiscal y económico en marcha impactará en el nivel de actividad y por ende en la recaudación fiscal y en el consumo. (La Naciòn. 23-10-22)
La política, por su parte, hace de las suyas: en el oficialismo, con motivo de la celebración cumbre de esa feligresìa (17 de octubre) como clara muestra de unidad, celebraron ¡4 actos por separado! Asì como prosiguen con todo vigor, las agresiones mutuas (el fuego amigo) y la descoordinación de acciones oficiales.
El Gobierno (¿cuál?¿existe?) triunviral en las formas, està centralizado en la actividad del virtual primer ministro, cuya estrategia consiste en preservar la casi inexistente posición de reservas internacionales, al costo de paralizar sectores industriales por la restricción de importaciones para insumos, entre otras dificultades no menores.
Mientras tanto, en la principal oposición, cuya prenda política màs preciada a ser exhibida, era la preservación de una precaria unidad dentro de su coalición, las agresiones internas se aceleraron a medida que se van aproximando los próximos actos electorales, cuya concreción (las PASO) podría peligrar por los intentos oficialistas de suprimirlas.
En este contexto, los sufridos ciudadanos argentinos, descreídos, hastiados y agobiados por sus pesares, constituyen un eficaz caldo de cultivo para el deslizamiento de sectores normalmente moderados hacia posiciones extremistas, basados en seductoras (y también irrealizables) propuestas, pero que permean en muchos, en especial en la juventud, ante un horizonte carente de futuro.
El cuadro delineado podría configurar el dramático iceberg de la ruta del devenir argentino
Depende de todos los argentinos y de su sensatez, evitar la colisión.