El escandaloso espectáculo del llamado Vacunagate, tiene a la prensa, en la práctica, como principal protagonista.
El Gobierno oscila entre los intentos de minimizar el tema, agresiones a la oposición, y una renuncia obligada.
Mientras tanto, la voz del frente opositor suena asordinada, más allá del documento publicado y de las expresiones individuales de sus integrantes.
Este bochornoso episodio amerita una gesta nacional. Ya no es la corrupción económica, las bolsas repletas de dólares tiradas a un convento, o el desguace económico, judicial e institucional del país. Supone restar posibilidades de vida a médicos, personal de salud, adultos mayores, para entregar la pócima salvadora, la vacuna, a los amigos del poder.
En no lejanas circunstancias críticas del país, surgió potentemente la voz de la ciudadanía de a pie, actualmente la sociedad adormecida. Asi fue como se produjo el gran movimiento del 2001 con el “Que se vayan todos”, en el año 2008 con la oposición nacional a la resolución 125, más recientemente, con la protesta por la iniciativa de expropiación de una empresa aceitera, que impidió su concreción, y también con el rechazo popular al intento del Gobierno nacional, de convertir al país en un ghetto inmovilizado.
Es hora ya que esa expresión resurja contra el latrocinio de las vacunas, frente al despojo, en este caso no pecuniario, sino atentatorio contra la vida de muchos argentinos, y contra el cínico y descarado mensaje del Gobierno, que ha optado por el ataque, el desborde mediático, y por
minimizar la magnitud del desgraciado episodio.
El clamor que tiene que elevarse desde la población debe ir más alla de partidos políticos.
Debe resonar a partir de la ciudadanía aún adormecida que debe reaccionar.
Le cabe a organizaciones de todo tipo – incluyendo a los partidos democráticos-, motorizar un rugido de protesta, una gran marcha, frente al atropello a las instituciones, a la economía, y ahora también, a la opción de vida de la población.
Se debe decir muy enérgicamente: BASTA.