La Argentina, una sociedad dividida

En psicología se afirma que una personalidad dividida en varios “egos” diferentes, puede albergar sentimientos dispares sobre el mismo asunto, y, aspirar a objetivos vitales muy diversos.

Quizás esta caracterización del ámbito de la salud mental, pueda asimilarse al estado crítico en que se encuentra la muy enferma sociedad argentina.

Inmersa en un desenfrenado clima electoral, a cargo de los distintos actores de la puja, la población, espectadora y padeciente de un interminable proceso electoral, cuyo final aún se ve muy distante (noviembre probablemente), sufre con continuidad embates ya largamente conocidos: 

– inflación desatada; 

– un clima social convulsionado y azotado por marchas y piquetes reiterados;  

– el privilegio de los planes sociales sobre la genuina búsqueda de trabajo efectivo; 

– industrias padeciendo la dificultad para importar los insumos necesarios, para continuar con su proceso productivo o para importar insumos médicos, muchas veces irreemplazables; 

– comercios dudando entre vender, o no hacerlo, por desconocer el probable precio de reposición de sus productos; 

– ola de inseguridad ante el desenfrenado crecimiento del delito, no sólo en aquel Rosario de hace un tiempo, sino en cualquier barrio ciudadano.

Al igual que el proceso electoral que se ha configurado en tres tercios muy diferenciados en la práctica, también ocurre otro tanto en la sociedad en su marco global: 

Gran parte de la población angustiada.

El Poder Ejecutivo prácticamente ausente, con un único protagonista, pero privilegiando su rol de candidato.

El Parlamento, que debería constituirse en la representación de la ciudadanía, a espaldas del país, enfocado en sus miserias sectoriales (la lucha por los jueces del oficialismo, por ejemplo), y desertando de su obligada tarea (el tratamiento de leyes imperiosas, como la de alquileres, entre tantas otras, hasta el momento imposibles de ser tratadas).

Mientras tanto, en los últimos días, ha sido pública la decisión de un tribunal de Nueva York, sentenciando a la Argentina a un fallo condenatorio, con una pena que podría ascender a los 16 mil millones de dólares, tomando entre otros de los fundamentos para la sentencia, las arrogantes declaraciones que en su tiempo pronunciara el actual gobernador bonaerense.

“Duele en el alma”. La frase de Marcos Galperin, creador de la más grande empresa a nivel global fundada en nuestro país, fue la mejor síntesis del efecto directo que generó ese fallo adverso, agregando con no poca razón: “¿Cuántas escuelas se pagarían con esto?, ¿cuántos hospitales?, ¿cuánta obra pública? (La Nación. 9-9-23).

A su vez, en un muy severo documento la Asociación Empresaria Argentina (AEA) señalaba: “Sin empresas no hay país”, como motor del crecimiento, y donde se critica el “deterioro” del debate legislativo, cuestionan las embestidas contra el Poder Judicial, más específicamente contra la Corte Suprema, además de una “degradación” de la seguridad en el país y de las instituciones. (La Nación. 9-9-23).

En este contexto, la sociedad se ha visto enfrascada en un debate inconducente, sobre una posible dolarización expuesta panfletariamente (y más tarde morigerada cuando no desmentida, por sus propios acólitos), en los dichos de uno de los candidatos a presidente. 

Al respecto, ciento setenta prestigiosos economistas argentinos afirmaron que sería una iniciativa desacertada de la política, para hacer frente a los desafíos con que deberá lidiar la economía argentina, que podrían generar múltiples dificultades de cara al futuro. “…Hay un consenso muy mayoritario respecto a esto; es una mala decisión de la política para una economía como la Argentina.” (La Nación. 10-9-23), y en similar sentido se han pronunciado numerosas personalidades del arte, las ciencias  y la cultura.

Como contracara, la sociedad pudo observar en los últimos días, frente a los intentos de una jueza para perpetuarse en su cargo, a pesar de las disposiciones constitucionales que disponen su inexorable jubilación, que la Corte Suprema de Justicia, dando muestras de probidad institucional, falló rápidamente para evitar la usurpación pretendida, con gran pesar para el oficialismo, y en especial, para los intereses judiciales de la vicepresidenta.

Esta noticia, y la posibilidad de un nuevo horizonte a partir de diciembre, inspiran un hálito de esperanza en el agobiado, y dividido, cuerpo social.