Una teatral declinación
En los últimos largos tres años los argentinos están (estamos) padeciendo, con creciente intensidad, un proceso que no acaba de abandonar el plano inclinado descendente.
Preñado de circunstancias que llevan del enojo a la angustia, desazón, y fundamentalmente a la desesperanza.
El país ignífugo
Luego de la intrascendente reunión personal con el presidente de los Estados Unidos, en la que nuestro primer mandatario rogò por el auxilio financiero tanto de parte de ese país como del FMI (del que la nación del norte es accionista mayoritario), a poco de culminado ese encuentro, increíblemente se pudieron oir agresivas expresiones hacia los mismos a quienes se demandaba un solidario apoyo, tanto por parte del Presidente, como por el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
La mirada de los otros
Resulta redundante señalar que la actual circunstancia de la vida argentina, se parangona, lamentablemente, con las peores situaciones, sino la màs difícil que le ha tocado vivir, al menos, en democracia. La fragilidad del estado de derecho, interminables cortes de luz, la inflación desbocada, y la inseguridad ya con visos de total descontrol e impotencia por parte de las autoridades, conformaron un escenario generador de un muy inquietante clima de tensión social, aun no exteriorizado en su real dimensión, pero cuya eclosión podría tener características penosas.