La Argentina está asistiendo a un proceso paulatino y lamentablemente acelerado, de disolución en sus bases institucionales, sociales y económicas. Crecen la inflación, la desocupaciòn, la pobreza. La brecha cambiaria es inconmovible. Y la grieta política creciente, insostenible.
Un gobierno carente de fondos, con una emisión sin respaldo rozando la impudicia, haciendo gala de un dispendio mayúsculo, no solo por un Estado elefantiásico poblado de inimaginables ministerios, cuya actividad (¿o inactividad?) dista de ser visible, sino por costosas campañas publicitarias de nula veracidad, intentando afianzar un relato ya increíble, en un inútil intento de mejorar el humor social.
Las instituciones políticas básicas totalmente distorsionadas, a saber:
– Poder Ejecutivo ejercido al estilo del sistema parlamentario europeo (pero sin sus ventajas), esto es un presidente simbólico carente de poder político y alejado de la gestión, relegado a tomar juramentos de designaciones que se producen lejos de su alcance, y a actos protocolares;
-Poder Legislativo maniatado por los designios de la Vicepresidente y titular del Senado, abocándose exclusivamente a los temas de su propio interés, condenando a la Legislatura a un quietismo incongruente con las urgencias nacionales;
-Poder Judicial desde hace años cooptado en gran parte por intereses políticos oficialistas, con excepciones que lo honran, y que a mérito de la circunstancia crìtica actual está despertando a una independencia imprescindible. Ejemplo, el histórico proceso denominado Vialidad, donde la vicepresidente es la principal acusada y con altas probabilidades de recibir una fuerte condena.
-Política exterior balbuceante con una marcada inclinación hacia los regímenes autocràticos, que a su vez dificulta las negociaciones que en materia internacional debe encarar el país para resolver sus graves problemas.
Economía que no da para más
Profundo deterioro económico, a pesar de los precios record de los granos y de las necesidades mundiales crecientes de energía, convencional y no convencional, áreas donde el país es un importante actor, concreto en la producción mundial de granos, y con un potencial inimaginable en litio y petróleo y gas, no obstante lo cual, y por falta de adecuadas políticas y de inversiones, se importa aquello mismo que está durmiendo en el subsuelo por carencias, sean de acciones o incentivos imprescindibles.
La aceleración inflacionaria, consecuencia directa de la descontrolada emisión monetaria, es uno de los signos màs visibles fruto del descalabro, sufrido ya prolongadamente por los argentinos, ante la impotencia de las autoridades, no ya de ponerle coto al deterioro, sino de esbozar siquiera atisbos de medidas para encarar la emergencia.
En tal sentido, y ante la alarmante caída de las reservas internacionales, la oposición legislativa elevó un pedido de informe para que el Banco Central revele qué acciones realiza para sostener la estabilidad monetaria, si está usando los encajes de los depósitos en dólares de los ahorristas y cuál es el monto total de la emisión. A su vez solicita que se informe si se están utilizando o se considera utilizar los dólares que se encuentran en encajes/depósito/custodia para otro fin “La simple sospecha de que cada uno de los pequeños ahorristas no puedan disponer de su propio dinero en moneda extranjera, despierta alarmas sociales que es necesario apaciguar inmediatamente. …a efectos de dar la certeza y tranquilidad que no viene dando con sus medidas”. (La Nación.10 -8-22).
Por su parte, y en materia de insensateces se persiste en la negativa de elevar la denominación máxima de nuestro billete de mayor valor (mil pesos equivalen a menos de 4 dólares), persistiendo en el arcaico intento, inútil y absurdo por su parte, de querer ocultar la ya crónica inflación, al impedir la impresión de papel moneda de magnitudes superiores.
La extremadamente crìtica situación económica se traduce en una múltiple problemática social, algunas de cuyas aristas no menores recaen en los más desamparados, por ejemplo los niños, de los cuales más de un millón, se ven privados de al menos una comida diaria por falta de recursos, según un informe de Unicef. La insuficiencia en los ingresos también generó una reducción del 67% en el consumo de carne y del 40% en la ingesta de frutas, verduras y lácteos en la dieta de los menores, creciendo en cambio, el consumo de alimentos como fideos, harina y pan. (La Naciòn 10-8-22)
A su vez, la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera) activó un vergonzoso paro nacional dejando sin clases a 15 millones de alumnos, alegando rechazar un fallo legìtimo de la justicia de Chubut declarando culpable por “incendio gravoso” a un dirigente del sector, que podría terminar en la cárcel cuando se dicte la sentencia. (La Nacion 10-8-22)
¿Y el pueblo argentino?
En todo este proceso, la población silenciosa da muestras de una creciente desesperanza, cercana al lìmite de su tolerancia. Mientras se sigue apelando a esfuerzos adicionales a los sectores efectivamente productivos, sea industria, comercio, agro, minería, diariamente se reiteran marchas y piquetes de todo tipo, que al par de provocar múltiples calamidades en materia de transito y de impedir llegar a sus obligaciones a la población esforzada que trabaja, evidencia una prepotencia e impunidad mayúsculas.
¿Que han hecho los distintos gobiernos, nacional o locales, para asegurar el derecho al libre tránsito para los ciudadanos que esforzadamente quieren seguir construyendo, a partir de su trabajo, y no de prebendas ni planes, su presente y su futuro? ¿Quien se ocupa de ellos?
Antes bien, se los castiga con restricciones obligatorias y con impuestos que directa o indirectamente financian a aquellos generadores del caos en calles, rutas y transporte en todo el país.
Muestras acabadas del clima de disolución general que castiga a los argentinos.
Cabe la reflexión final: los países que atravesaron situaciones similares a la descripta, emergieron exclusivamente con respeto al Estado de derecho, planes económicos esforzados, consistentes y creíbles y reglas claras para atraer la imprescindible inversión privada, venga de donde viniere.
Cuan lejos aparenta estar el país, de ese escenario.