Los argentinos, lamentablemente, estamos enfrentando, en estos tiempos, un clima de vida, y de convivencia que determina para aquellos ciudadanos respetuosos de las leyes y del ordenamiento institucional, un entorno de agobio e impotencia.
Obviamente que los problemas políticos y económicos adquieren mayor relevancia sin discusión.
No obstante, los argentinos nos vemos inmersos en un contexto tendiente a la anomia, donde el orden institucional, para muchos, se torna irrelevante. Es la ley del vale todo, de la prepotencia, del hecho consumado, del grito de la mayoría desaforada. Donde una norma se cumple o no según le convenga a cada uno. Esto es, sintéticamente, un esbozo de ruptura del contrato social.
En este sentido, ocupa un lugar no menor la circulación en las calles de Buenos Aires, donde asomarse a las mismas, supone casi una carrera de obstáculos. Autos estacionados en calles donde está prohibido hacerlo, otros en doble fila, recicladores de residuos a cualquier hora, con sus carritos ocupando parte de la calzada, camiones operando carga y descarga en horarios no permitidos, son algunos de los placeres con que el sufrido conductor ciudadano tiene que convivir.
Si se asumiera que el cuerpo legal, o las normas de circulación y estacionamiento, son razonables, podría pensarse que lo que está fallando es la punición, el castigo por el incumplimiento. Y esto es así, simplemente por una cuestión matemática. Se necesitarían diez veces más grúas para remover los autos en infracción, que las que operan actualmente.
Ante este dilema, cabe recordar que hace muchos años, existía un mecanismo por el cual todo auto estacionado en infracción, una vez detectado (y multado) era inmovilizado con un adminículo llamado CEPO. Una vez colocado, el infractor debía llamar a una dependencia, para “desenceparlo”.
Con este sistema un camión, en el mismo tiempo que le lleva a una grúa levantar un auto, acarrearlo y volver a la zona de infracciones, podría colocar aproximadamente entre 20 y 30 cepos. Esto significaría que la posibilidad de las autoridades, de obligar al cumplimiento de la norma de estacionamiento se multiplicaría por 20 ó 30, y así podría tener mucho mayor efectividad, ante el aumento de la posibilidad de punición en caso de incumplirla.
Y habiéndose percatado los conductores que ya no da lo mismo estacionar mal que bien, que resulta muy probable (mucho más que en la actualidad) que el cepo inmovilice al vehículo infractor, operaría rápidamente un proceso autocorrectivo , y las calles podrían verse mucho más liberadas para la adecuada circulación.
Este sistema podría ser puesto en práctica, apenas lo dispusiera la autoridad de la ciudad. Y los ciudadanos respetuosos del cumplimiento de la ley estarían un poco menos desilusionados.