La Argentina prosigue su despeñamiento hacia un fondo cuyas características aún son impredictibles.
En tal contexto se sumó un peligroso episodio de amenazas en la red por parte del Ministro de Seguridad, hacia un conocido dibujante argentino (en forma de velada alusión hacia sus hijas – y porqué no, como algunos señalan, impregnada de cierto “tufillo antisemita”, agravado por el silencio cómplice de las autoridades nacionales-).
Analistas económicos dan cuenta que el pronóstico de hace poco tiempo, en el sentido que la inflación prevista para el próximo año sería del rango de 40/50% se han visto superadas ante el alud emisor – consecuencia del festival de regalos y prebendas preelectorales- alcanzando en varios de sus análisis el posible orden del 60%.
Simultáneamente, un informe publicado recientemente (La Nacion. 1-10-21) da cuenta que en Argentina creció más la pobreza que en Chile y en Uruguay destacando cómo en la misma coyuntura los países vecinos, “administraron el encierro focalizándolo en los lugares donde la infección era más intensa…En el caso de Uruguay además el aislamiento fue aconsejado, pero no impuesto, al tiempo que un año y medio después los resultados son que Argentina acumula 2.500 muertos por millón de habitantes, mientras que Chile 2.000 y Uruguay 1.800. Lamentablemente, el encierro estricto no evitó tener más muertes….”
Por su parte, el Banco Mundial advirtió sobre otra “década perdida” y pronosticó una fuerte desaceleración del producto bruto interno de la Argentina que tendría una humilde tasa de crecimiento de apenas el 2,6% el año próximo. (La Nacion. 6-10-21)
Como reafirmación del triste pronóstico internacional, dos sectores vitales de la economía mostraron números en rojo en agosto, respecto de julio: mientras que la industria retrocedió 0,6%, la construcción cayó 2,6%, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), agregando que la industria ya hilvana dos meses consecutivos de caída, situación que no augura buenas noticias para el tremendo desempleo que ostenta el país.
No resulta extraño, en consecuencia, que los índices sobre la confianza en el Gobierno se derrumbaran, a pesar del aluvión de “regalos”, planes, proyectos de leyes y actos oficiales.
En otro orden, los movimientos sociales fueron adquiriendo, a lo largo de los últimos tiempos, una dimensión que alarma no ya a sectores de derecha, sino al progresismo oficial hasta ahora adicto o cómplice de la tortura a la que llevan las diarias manifestaciones en puentes, plazas y avenidas, que hacen que el desplazamiento en el país sea un hecho imprevisible y tortuoso.
En este contexto, aparecen en el accionar oficial dos ejes bien definidos: poner “platita” (doctrina Gollan) en los bolsillos, y profundizar la radicalización populista de la línea gubernamental, orientación ratificada, por fuera de los diarios pronunciamientos oficiales en tal sentido, en la designación del nuevo secretario de Comercio, de una clara afindad por el control estatal y la desconfianza, cuando no la enemistad, hacia el accionar privado, que auguran horizontes más oscuros para este sector.
Asimismo la vigencia inalterada de los diferentes cepos a la actividad económica, así como un nuevo proyecto oficial ingresado en la Cámara de diputados, que prevé un mayor intervencionismo tanto estatal como sindical en las empresas, son una nueva muestra de esa orientación.
Frente al trágico panorama de la Argentina en franca decadencia, la única alternativa para evitar la inevitable colisión con un futuro de destrucción institucional, social y económico, consiste en hacer oir las voces de protesta, y fundamentalmente, ejercer en las próximas elecciones el fundamental derecho constitucional: el voto.
Nada más y nada menos.